Entrada destacada

PERÚ: ¿PAÍS DE CORRUPTOS?

martes, 6 de noviembre de 2018

PERÚ: ¿PAÍS DE CORRUPTOS?


El Estado peruano, desde su fundación como república independiente, ha sido un país con una predisposición peculiar a corromperse. Resulta complicado definir si el Estado existió antes que las primeras manifestaciones de corrupción, o si el ejercicio propio de actos de corrupción fueron los que determinaron la fundación de un Estado al servicio de los grupos de poder político o económico, de los grupos vinculados a actividades ilícitas o de una sociedad predispuesta a la manipulación de todos (o algunos) de estos grupos. No se tiene noción entonces de cuándo se manifiestan los primeros atisbos de un Perú corrupto.

En su libro Historia de la corrupción, Alfonzo Quiroz documenta actos vinculados a prácticas corruptas desde 1750, donde adjudica el fracaso de las reformas coloniales a las instituciones gubernamentales que se organizaban a partir de prácticas ilícitas. Éstas iban desde el robo de las arcas del Virreinato hasta la posterior manipulación de cifras para justificar el desbalance, hecho que no solo representaba un acto de corrupción, sino que instituía dicha acción como parte de la estructura orgánica de los gobiernos locales, regionales y virreinales.

Alfonzo Quiroz, hace un repaso de la corrupción a lo largo de la historia y documenta cómo esta se fue apoderando del país.
Por su parte, José Matos Mar, en su libro Desborde Social y crisis del Estado, explica cómo es que a partir de la inasistencia e inexistencia del Estado en las zonas más alejadas del Perú -centralismo que es también herencia colonial, en palabras de Julio Cotler- origina una migración interna carente de planificación e infraestructura. Esta sobre población crece descontrolada y desordenada con necesidad de autorregulación (autogobierno) por un limitado alcance de gobierno y Estado. Política, economía, salud y vivienda improvisados por una nueva sociedad en crecimiento, con sus propias reglas de juego, donde la informalidad -sumada a un Estado incapaz- se convertiría de a pocos en corrupción generalizada.

Jose Matos Mar revisa la migración interna, la ausencia del Estado y el caos generado por ambos factores para explicar el origen de la informalidad y de lo luego se convertiría en practicas corruptas.
El doctor Artidoro Cáceres Lebreton, Director de Psiquiatría de la Clínica Delgado aborda la corrupción en nuestro país a partir de cifras mundiales, patrones de comportamiento humano que podrían explicar la corrupción como un fenómeno que crece proporcionalmente a la población.

Cáceres resalta algunos datos del libro Neurología de la Maldad, investigación realizada por homólogo español Adolfo Tobeña. Este estudio, que se centra en la predisposición biológica del comportamiento amoral, se ha nutrido de los archivos judiciales de alta criminalidad a nivel mundial, determina que entre el 1 y 1.5% de la población mundial es psicópata.

Libro producto del estudio de casos de crímenes cometidos alrededor del mundo. Tobeña traslada cifras que guardan relación muy cercana con las demás fuentes consultadas.
Estas cifras quieren decir que por lo menos una de cada 100 personas que conocemos, es un peligro potencial o latente, teniendo en cuenta que un psicópata, por definición del Manual de Clasificación y Estadística de Enfermedades de la OMS, es capaz de cualquier cosa por obtener lo que quiere. El psicópata busca desbaratar los cimientos del edificio moral del comportamiento humano en donde la regla de oro cooperadora (vocación de cooperación entre los seres humanos), es simplemente inexistente.

 En el Manual de Psicopatología (2014) de la Universidad de Granada se determina que la mitad de los delitos cometidos en el mundo corresponden a clanes criminales familiares, los cuales, a la vez, constituyen el 5% de la población mundial. Entre las familias dedicadas a alguna actividad criminal, el 60% lo hace por factor hereditario y el 40% por condicionamiento cultural (entorno). Esta cifra no discrimina etnia y funciona de igual modo en ambos sexos.

Manual editado en el año 2014 en la Universidad de Granada que ofrece datos y cifras que intentan explicar la constante predisposición de las sociedades hacia la criminalidad.
Asimismo, Tobeña en su libro ofrece algunas cifras aún más reveladoras. El psiquiatra español, luego de tomar muestras representativas de latitudes diversas y disímiles, concluye que, en el mejor de los casos, solo el 30% de la población mundial es absolutamente incorruptible, mientras que el 70% restante estaría dispuesto a hacer alguna actividad que lo beneficie directamente a cambio de dinero, amistad, poder o sexo ; actividad que depende del estímulo a cambio o del condicionamiento moral de cada individuo.

Cuadro que clasifica a 180 países alrededor del mundo con sus niveles de corrupción. Perú se encuentra al mismo nivel de Brasil, Panamá y Tailandia, una calificación que no lo lleva al nivel de Venezuela o Somalia pero que lo muestra con un alto nivel de corrupción.

El filósofo Fernando Savater aterriza una definición de corrupción más cercana a lo que se tiene visible en materia política, económica y social actual, sin dejar de lado el antecedente antropológico: “La corrupción consiste en aprovechar la preeminencia social que otorga un cargo público en beneficio propio -personal o partidista- en lugar del servicio a la comunidad, desvío tan antiguo como la existencia de jerarquías y privilegios en las agrupaciones humanas”.

De acuerdo con Savater la corrupción sería inherente a los grupos humanos, donde los corruptos tienen como ley moral aprovecharse de todo lo que puedan, así sea poco. Algo así como una ley moral de Kant, pero a la inversa: es decir, el corrupto obra solo de manera que el accionar propio no pueda tornarse en ley universal. Si todos robaran, no me beneficiaría robar.

Tomando en cuenta que las personas vivimos en sociedad, la socióloga Natalia Bolaños Checa refiere a teorías de Macionis y Plummer, donde la corrupción es una conducta desviada determinada por el contexto social, el cual define cuáles conductas son desviadas y cuáles no, y depende de las pautas culturales específicas a cada sociedad. La realidad social se construye y reconstruye cada día a través de prácticas y valores cristalizados en las interacciones cara a cara. Esta cotidianidad refleja las normas sociales actuales y da lugar a la potencial y progresiva institucionalización de prácticas, tales como el aprovechamiento, el escatimaje o -en general- la corrupción. “Roba pero hace obra,” por ejemplo, muestra la aceptación de corrupción en nuestro país, sentencia Bolaños.

La corrupción en consecuencia podría ser parte de una patología social, en donde los individuos que la acogen como medio de vida pueden haber tenido como detonante su propia carga genética, o su entorno . Aun cuando en el Perú la corrupción parece haberse desbordado, este es un fenómeno creciente a nivel mundial que se adjudica con frecuencia a la falta de valores, aun cuando los valores existen y lo que probablemente se produce es la falta de interiorización de dichos valores a nivel individual y que luego terminan por influir o normalizar conductas erráticas colectivas.

El filósofo español Emilio Lledo explica cómo desde inicios de la civilización griega se hacia manifiesta la voluntad de alejar a los corruptos de la política como medida de prevención.